lunes, 8 de febrero de 2010

El Reino de León y la vida de Tomás de Canterbury


La vida de Santo Tomás de Canterbury es bien conocida por los miembros de la Cofradía, pero, paradójicamente, es posible que no suceda lo mismo con los acontecimientos que se desarrollaban de forma contemporánea en el Reino de León. Espero que este breve artículo sirva al menos para ofrecer un rápido vistazo de lo que acontecía en nuestra tierra.

Tomás Becket nació en Londres el año 1118. Por aquel entonces reinaba en León Urraca, hija de Alfonso VI, si bien los años de su reinado tocaban a su fin. Y casi habría que añadir “afortunadamente”, porque fue la suya una época plagada de conflictos internos y externos en los que la reina no siempre supo (o pudo) desenvolverse a la altura que requerían las circunstancias. En cualquier caso, al morir en 1126 fue sucedida por su hijo Alfonso VII, que fue sin duda el rey más poderoso que engendró el Reino de León. Mientras tanto, muy lejos de allí, se desarrollaba la infancia de Tomás Becket, de la que por desgracia no tenemos noticias. Alfonso supo imponerse a los nobles levantiscos, y con sus victorias pronto se hizo evidente que con él León volvía a ser el reino hegemónico en la Hispania cristiana. Tan fue así, que en 1135 se hizo coronar emperador en la capital leonesa, y fue reconocido como tal por los demás monarcas hispánicos, así como por los nobles del sur de Francia. Justo por esa época Tomás Becket salía de la adolescencia, y comenzaba a mostrar las dotes que lo elevarían a los más altos cargos palaciegos en Inglaterra. De hecho, pocos años después, en 1142, Becket pasó al servicio de Teobaldo, arzobispo de Canterbury. Como curiosidad cabe resaltar que en 1143, Alfonso VII, a pesar de estar en la cumbre de su poder, tuvo que reconocer la independencia al hasta ahora condado luso, con lo que nació el Reino de Portugal. Volviendo a Inglaterra, Enrique Plantagenet subió al trono inglés en 1154 con el nombre de Enrique II. Sin saberlo, su destino quedó atado al de Tomás Becket cuando lo nombró canciller al año siguiente, lo que equivalía a otorgarle un puesto similar al de primer ministro. Simultáneamente, en ese mismo año de 1155, y de forma un tanto sorpresiva, Alfonso VII decretó la división de su reino-imperio entre sus dos hijos, de tal forma que a su muerte Sancho le sucedería en Castilla, mientras que Fernando II lo haría en León. Ello ocurrió en el año 1157, y es casi seguro que la noticia de la muerte del Emperador llegó a la corte inglesa, ya que se trataba de uno de los reyes más poderosos de toda la Europa del momento, aunque es probable que Tomás no le prestara mucha atención, ocupado como estaba en compartir las francachelas de su amigo el rey Enrique II. Pero todo cambió en el año 1162, cuando éste lo elevó a arzobispo de Canterbury. Como es sabido, Tomás se tomó muy en serio su nueva dignidad, y cambió de vida por completo, ganándose la admiración de sus fieles, y enfrentándose al rey cuando éste intentó entrometerse en los asuntos de la Iglesia. Mientras tanto, en Hispania, Fernando II de León había logrado hacerse con la preponderancia frente a Castilla, por lo que llegó a intitularse Rey de las Hispanias. En 1170 fundó la Orden de Santiago, una de las órdenes de caballería que tendrían más importancia en la futura historia de la Península. Justo ese mismo año llegaron a su trágico final las disputas entre Tomás y Enrique II, cuando varios caballeros de éste asesinaron a Becket en su propia catedral. El horripilante acto acabó con Tomás, hombre, pero acabó elevándolo a los altares tan sólo tres años después: así nacía Santo Tomás de Canterbury, cuya advocación se extendió por el Camino de Santiago como una mancha de aceite.

D. Ricardo Chao Prieto

Historiador


- Artículo aparecido en nuestra revista nº4. Pero que por error apareció sin firma. La Cofradía de Santo Tomás de Canterbury lamenta el error y quiere agradecer públicamente la colaboración de D. Ricardo Chao a esta Cofradía. -